lunes, 1 de julio de 2013

Despedida trunca

Desde el principio, este blog pretende ser un lugar de reflexión. Un espacio propio para que ustedes lean lo que pienso y a partir de eso, puedan concordar o no, puedan apropiarse del texto y hacer con él lo que les plazca. Lo importante, desde siempre, es que los posts tengan un propósito. Para todo lo demás están los otros blogs.

Explico esto para que entiendan el por qué de los baches en la escritura. No siempre tengo algo interesante que decir, por eso prefiero el silencio, que en este caso sería la hoja en blanco. Ya conocen el dicho, 'es mejor quedarse callado y que piensen que sos un tonto, a abrir la boca y que se confirme'. 

En eso pensaba hoy mientras estaba en la redacción del diario en el que escribo sobre moda. Estaba sentada en mi silla cuando me di cuenta que mi jean preferido, ese que a pesar de los años y de los pocos billetes que invertí en él, se está rompiendo. Suavemente, de a poco, como si no quisiera que me dé cuenta, el jean que me salva tanto para ir a trabajar como para salir, se está despidiendo.

Con toda seguridad puedo decir que el jean (el que queda impecable, todas tenemos uno) es la prenda más difícil de encontrar. Esto no sucede con ningún otro ítem del guardarropa, pero el jean, para que sea perfecto, debe cumplir varios requisitos: tiene que quedar bien de cola (lo más complicado, al menos en mi caso), las piernas deben verse estilizadas, la cintura no debe bailar y el color tiene que enamorarnos. Mi jean, el agónico, los cumple todos. 

Frente a la inminente muerte de mi jean de cabecera, tengo que salir en busca de uno nuevo. Tengo varios pantalones en mi placard, demasiados quizás, pero siempre recurro a él cuando la duda ataca. Es como el vestidito negro, como la chaqueta de cuero, como el blazer en media estación: salvador, comodín, todoterreno.  

Me adelanto a la experiencia de compra y sufro. Sé que las piernas se verán bien en algún jean que me pruebe, pero la cintura me quedará grande. Sé que el jean del color perfecto me achatará el enorme trasero que la herencia materna me dio. Ningún jean me quedará como el moribundo. 

Y a pesar de todo, también sé que vendrá otro que lo reemplazará. Eventualmente, encontraré el jean que mejore mis atributos. Mientras tanto, le preguntaré a mi madre costurera si puede enmendar la rotura. Debo reconocer que las despedidas nunca me gustaron. 

Marilyn hace pesas vistiendo jeans


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